jueves, 7 de julio de 2011

Faro Viejo, Mundo Nuevo

 

FARO VIEJO, MUNDO NUEVO: El  faro viejo representa para los habitantes de Baja California Sur, un enlace con su pasado, es un símbolo de la antigua navegación y nos habla de los orígenes de su pueblo.
Además de ser construido para dar un servicio, también tenía el propósito de establecer presencia nacional en nuestras costas; esa debe ser la misma razón por la cual debamos emprender su rescate.
El estado en que se encuentra el faro viejo es lamentable, y me parece una metáfora de la realidad actual que vive Cabo San Lucas. Un mundo de identidad difusa y de valores deteriorados donde se rinde culto a la artificialidad y se menosprecia lo auténtico.
El pueblo de Cabo San Lucas ha sido como el faro, un simple testigo de un desarrollo que acontece frente a él, sin propiciarlo ni protagonizarlo. Contempla con resignación esos cambios como una fuerza extraña que lo arrastra, que no alcanza a comprender del todo y se hallan fuera de su control.
Los desarrollos turísticos han transformado la belleza natural del desierto junto al mar, para convertirlo en verdes campos de golf, que riegan con un agua que no tenemos y que no son otra cosa sino una aberración, como diría un conocido arquitecto; una agresión a la naturaleza disfrazada de verde.
Promocionan la belleza escénica, pero construyen grandes edificios que bloquean la vista del paisaje. Ofrecen buena pesca, pero construyen marinas en las lagunas donde naces los peces y principia la cadena alimenticia.
Ofrecen descanso y tranquilidad, pero los visitantes encuentran vendedores insistentes que los acosan en las calles y playas.
Los visitantes huyen de las ciudades para descansar en nuestro sitio, pero aquí encuentran otra ciudad con un tráfico terrible, altos edificios y grandes centros comerciales.
Presumen de la hospitalidad y calidez mexicana, pero cuando el visitante llega encuentra letreros en inglés y empresas transnacionales de hot dogs y hamburguesas, con empleados que fingen una amabilidad sistemática y esbozan una mecánica sonrisa.
Nuestros jóvenes se han alejado del mar a pesar de vivir junto a él. Ya no son en su mayoría los grandes nadadores y buceadores que fueron nuestros padres, desconocen los trucos de la pesca y los principios básicos de navegación. Sus aficiones son iguales a las de cualquier chico de una gran ciudad, el cine y los videojuegos.
Para mitigar su calor ya no van a la playa, sino que acuden a un espacio cerrado con aire acondicionado.

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